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  • Foto del escritorYALOV

Tienes el Poder

¡Hola Yalovs! ¿Cómo están? ¿Cómo han empezado la semana? No les quiero mentir, estoy fatal, pero escribir alivia mis dudas, miedos y tristeza. Siento mucho que estén leyendo durante dos semanas seguidas mi mal empezar de semana. Sin embargo, les puedo comentar una de las razones por las que me ha ido fatal: Ayer (lunes), mientras estaba mirando una serie (Shadow Hunters: Si alguien lo ha visto comentarlo) estaba tumbada en la cama y con el móvil bien arriba, en uno de esos momentos en el que tu mente se va y tus músculos flaquean se cayó el móvil, dio dos vueltas de campana y la punta inferior derecha callo sobre mi delicado labio. ¡Ay No, qué dolor! No sangré, pero me dolió la vida. Y así supe que la semana iba a empeorar.


Bueno, ¿De qué va el artículo de hoy? Va de "El poder de las palabras". ¿Por qué?  Porque tendemos a olvidar la importancia de las palabras que decimos a lo largo de nuestra vida, olvidamos su peso en el corazón de los demás y en el nuestro.

Hace unos días leía en Facebook una serie de testimonios de personas que habían quedado marcadas por alguna frase de sus padres y eso influyó negativa en sus vidas. Frases como ¡Tienes que ser irremediablemente la mejor! ¡Tú no vales para eso! ¡Tú no sabes nada! ¡Eres demasiado joven! ¡No lo entenderás jamás! ¡Esto no es tan importante! ¡Eres un inútil! Etc., un largo, muy largo, etc. ¿Alguna vez has dicho eso? o quizá ¿Alguna vez te han dicho eso? Estas palabras más una actitud dañina contribuye a que construyamos muros alrededor de nuestro corazón y nos sea difícil confiar en las personas y en nosotros mismos.



Seguro que por el confinamiento hemos tenido más roces de lo normal con nuestros seres queridos. Segurísimo hemos dicho cosas hirientes y cerrado  la puerta de la habitación o, en un mal chiste en la mesa, mientras se come, herimos el corazón de un familiar y lo menospreciamos; quizá, en una discusión con tu madre, padre o hermano le dijiste cosas que duelen y aunque no lo demostrara quedó grabado en su mente y en su corazón, y poco a poco se va apagando la confianza y deteriorando la relación, el amor.

El hábito de no decir las cosas de la manera correcta no sólo se centra en nuestro hogar, sino también en el trabajo o con los amigos; debido a que la mayoría de las veces hablamos sin pensar, decimos las cosas que se nos vienen a la mente y las lanzamos de golpe hacia los demás sin preguntarnos ¿Es correcto lo que digo? ¿Es correcto la forma en que lo digo? ¿Cuál será la reacción de la persona a la que se lo digo? Nos dejamos llevar por las emociones del momento y no somos capaces de entender que de nuestros labios pueden salir cosas tan buenas que bendicen o tan malas que maldicen a las personas de nuestro alrededor. Al igual que esos padres que no supieron dar palabras de ánimo, consuelo y confianza, nosotros tampoco sabemos utilizar ese tipo de palabras. Pero podemos aprender y, espero que estés listo o lista para hacerlo.


La Biblia dice que “Las palabras suaves son un árbol de vida; la lengua engañosa destruye el espíritu” Te preguntarás ¿qué quiere decir?, no hay mucho misterio, quiere decir que las palabras dichas con amor dan vida, dan confianza, dan seguridad, dan amor. Pero las palabras ásperas, engañosas, de menosprecio simplemente destruyen a la persona que las recibe. Cuando hables con alguien, sobre todo con tus seres queridos, recuerda esto, las palabras con amor construyen, pero las palabras ásperas destruyen. También está escrito, “No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan.”

Pero ¿Qué pasa si nada bueno sale de mi boca? Pues, lo mejor es no decir nada. Si estás en medio de una discusión, habla de manera calmada, pero si no puedes, lo mejor es quedarse callado o callada. Pero seguro te surgirá la gran excusa ¡Pero no puedo quedarme callada o callado! Y yo te digo, todo es cuestión de práctica. Disciplina tu mente y tu boca a callar cuando no hay nada bueno que decir, a respirar y hablar cuando tu mente no esté nublada por las emociones.


¿Mi consejo? Cada vez que vayas a hablar de algo con alguien resalta las cosas positivas de esa persona, muéstrale con paciencia tu perspectiva del asunto o el problema, corrígelo o corrígela si es el caso y, recompensa o castiga de manera justa y equilibrada. Pero, si eres tú el que recibe las palabras ásperas, haz todo lo posible para arreglar la situación, habla sobre lo que te hace daño o lo que no te gusta que te digan y, sobre todas las cosas perdona.

Lo más seguro es que no podamos hacerlo bien siempre, pero nuestro trabajo es practicarlo diariamente y que nuestro andar vaya acorde a todo aquello que hablamos y defendemos. En todo tiempo se coherente y consecuente con lo que dices, cero justificaciones y 100% autoevaluación.

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